Un grupo de científicos de la Universidad Pablo de Olavide (UPO), liderados por Juan Antonio Anta, han obtenido resultados alentadores en la optimización de un tipo de celda fotovoltaica que opera de forma similar al proceso de fotosíntesis de las plantas.

La celda fotovoltaica objeto del estudio es la conocida como celda Gratzel funciona aprovechando la interacción de un semiconductor estructurado de menos de un nanómetro de tamaño y un tinte orgánico que funciona como colector solar. Este tinte puede ser sintético o natural y puede incluso usarse clorofila para este tipo de celda.

Los investigadores del UPO están evaluando el efecto de sales iónicas, conocidas como solventes verdes, para evitar la evaporación de los componentes líquidos y la consecuente reducción en la eficiencia. El trabajo desarrollado busca aprovechar la menor volatilidad de las sales iónicas, que ha quedado demostrada en investigaciones previas.

Este tipo de celdas solares, conocidas como celdas de tercera generación, actualmente están en uso en cantidades limitadas, por ejemplo en teléfonos celulares. Se espera que en el futuro se encuentren numerosas aplicaciones adicionales en nichos de mercado muy diversos, como las ventanas de colores o la decoración.

Las celdas orgánicas de tercera generación tienen la ventaja de que los materiales orgánicos son relativamente baratos. Sin embargo, los tintes usados en el proceso estudiado suelen ser caros, por lo que la búsqueda de alternativas más económicas y eficientes es muy prometedora.

Los investigadores señalan que, aunque la tecnología es relativamente nueva, las eficiencias obtenidas en laboratorio alcanzan el 11%, aunque son menores cuando se extrapolan a escala industrial. El principal reto que aún enfrentan estas celdas es la degradación, especialmente de los componentes líquidos. Los investigadores esperan resolver este problema al eliminar la necesidad de usar líquidos, reemplazándolos con sales iónicas.